El libro
Suiza es el único país que hace uso de la democracia directa desde hace más de 120 años en forma ininterrumpida. En el intertanto, es la nación con los mayores niveles de libertad, seguridad, cohesión social y prosperidad de todo el mundo. Por lejos. Y esto para toda la gente, y no sólo para algunas minorías afortunadas. Muy admirable, y único también.
En base a las observaciones y análisis hechos durante los 40 años que el autor vive en Suiza, en este capítulo se explica qué es y cómo funciona la democracia directa. También se delinean los grandes beneficios que genera y percibe una nación al utilizar la democracia directa simultáneamente con la representativa. El ejemplo de la nación Helvética es la prueba que estas dos formas de democracia no son sustitutas, sino que complementarias. De hecho, estas se completan, validan, perfeccionan y potencian mutuamente. Sin la representativa, la directa es impracticable. Y sin la directa, la representativa padece de muchos defectos estructurales que no logra corregir por sí misma – arrastrando a la sociedad a vivir muy por debajo de su legítima aspiración y potencial de mayor seguridad, serenidad, satisfacción y bienestar. Generación tras generación.
La democracia directa es una forma especial y diferente de distribuir roles y responsabilidades entre la ciudadanía, la clase política (autoridades) y el Estado en una nación. El elemento más distintivo de la democracia directa es el atribuirle a la ciudadanía el derecho a referendar (esto es votar SI o NO) todas las leyes nuevas, cambios a las existentes, y en general todas las decisiones del Estado (“Actos”) antes que estas entren en vigor. Hay tres mecanismos diferentes y complementarios entre ellos que pueden llevar a un referendo, a saber:
El gráfico a continuación ilustra la amplitud de los derechos políticos del ciudadano en Suiza – con aquellos de la democracia directa en color rojo:
La democracia directa está basada sobre el paradigma que las decisiones de interés público tomadas en base al sentido común colectivo de la ciudadanía serán siempre “superior” a aquellas tomadas por cualquier tipo de minorías – por muy escogidas, mejor preparadas o informadas que estas sean. Esto lleva a una nación que va tejiendo a través del tiempo un cuerpo de leyes superior a todos aquellos que son formulados en las democracias representativas. Y la razón es muy simple: el sentido común de la ciudadanía, y su concepto de justicia, evoluciona con una continuidad, estabilidad, y coherencia inalcanzable por cualquier sistema basado en democracias representativas con gobiernos y autoridades que van y vienen.
En Suiza hay también un grupo pequeño de personas (los representantes elegidos a los gobiernos y parlamentos) que hacen el trabajo de preparación de las Actos y toman decisiones de la misma manera que se hace en las democracias representativas. Pero la diferencia fundamental es que cada uno de estos Actos entra en vigor sólo si pasan el test de la blancura, esto es: todos y cada uno de los Actos debe recibir la aprobación explícita o implícita de la ciudadanía.
En caso que se haga un referendo con resultado positivo, el Acto recibe una aprobación explícita por parte de la gente. Y en caso que no se haga, tiene una aprobación implícita – ya que se podría haber hecho un referendo en cada caso, y si no se hizo es porque la ciudadanía considera que el Acto es de tan buena calidad como para ser implementado sin ser objetado. En otras palabras, la clase política propone, y la ciudadanía dispone. Sin excepciones. Todo el tiempo. Y aplicable a todos los Actos de nivel nacional, regional y municipal.
La experiencia enseña que sólo en el 2% de todos los miles de Actos decididos por las autoridades se necesita hacer un referendo. El otro 98% entra en vigor sin ser objetado por la gente. Lo crucial es que el 100% del cuerpo de leyes, códigos y reglamentos que rigen la vida en sociedad, todas las normativas que formalizan la relación entre la ciudadanía y el Estado, así como también todas las decisiones importantes tomadas por las autoridades han sido aprobadas por la ciudadanía – ya sea en forma explícita o implícita.
Los análisis efectuados demuestran en forma clara que el impacto implícito de la democracia directa es sustancialmente mayor y más importante que el impacto explícito proveniente de los resultados a los referendos trimestrales (son sólo la “punta del iceberg”). En realidad, el uso de la democracia directa corrige y perfecciona el funcionamiento de la democracia representativa a tal punto, que las intervenciones explícitas de la ciudadanía a través del derecho a referendar tienen un rol marginal en la agenda política/legislativa de la nación – como se ilustra a continuación:
Todo sumado, la democracia directa constituye la llave maestra que le permite a una nación el acceder y gatillar procesos que constituyen un espiral ascendente hacia mayor libertad, seguridad y prosperidad de manera autosostenida, irreversible y de duración ilimitada.
El ejemplo de Suiza demuestra que, con el tiempo, se alcanzan niveles de bienestar para toda la gente que ninguna democracia representativa ha logrado obtener. Y no lo lograrán tampoco en tanto no hagan uso de la llave maestra.
En este capítulo se presenta los beneficios que se crean y perciben al efectuar referendos en forma trimestral.
El gráfico a continuación ilustra el número de temas que van siendo decididos en cada sesión de referendos en Suiza, ya sea a nivel nacional, cantonal (regional) y municipal. Con el tiempo, el número acumulado de decisiones es significativo.
Y es justamente a través del uso regular del derecho a referendar atribuido por la democracia directa a la ciudadanía que:
Además, los resultados de SI o NO a los temas referendados van entregando información muy útil a las autoridades para incorporar las preferencias expresadas por la ciudadanía en la orientación de ya sea las actividades legislativas, como también en las decisiones a ser tomadas respecto del uso de recursos públicos. Con una información fidedigna y regular de las preferencias e intereses genuinos de la gente, las autoridades se liberan de la obligación de “orientarse” sólo en base a implementar principios ideológicos para gobernar/legislar durante los varios años antes de las próximas elecciones.
El autor tienen la convicción que la democracia directa se puede implementar en una gran cantidad de naciones – incluyendo Chile. Se puede hacer en cualquier momento. Se puede hacer ahora. Se podría haber hecho hace décadas atrás. No hay nada que esperar, o condiciones a cumplir antes de proceder.
Parece prudente implementar el derecho a referendar en tres etapas, de “abajo hacia arriba” empezando a nivel municipal, y sobre un período total de unos 8 a 10 años antes de llegar a hacerlo a nivel nacional – como se ilustra en el gráfico siguiente:
Además, en este capítulo se describen y analizan las varias razones por las cuales la introducción de la democracia directa en Chile es la mejor alternativa disponible para:
El libro deja en claro que uno de los beneficios fundamentales de aplicar la democracia directa (en Chile y en cualquier otra nación) es el corregir y poner fin a las peores imperfecciones de la democracia representativa.
En particular, con el derecho a referendar se termina con: políticos profesionales (y la “corte de apitutados”) que hacen lo que quieren y no se van nunca; corrupción, escándalos y malversación de fondos; sobornos, estafas y fraudes; delitos relacionados con el financiamiento de campañas y partidos; burocracia, servicios públicos de mala calidad e impuestos altos; pésimos niveles de aprobación y credibilidad de las autoridades; antagonismo exacerbado, juego de bloqueo permanente gobierno/oposición; demagogia, populismo y promesas vacías; predominio de autócratas, ego maníacos que se creen irremplazables y personalidades agresivas/dominantes como líderes políticos; cinismo, mentiras, engaños, rumores y prensa sensacionalista; divisionismo, polarización y radicalización de la sociedad; irresponsabilidad financiera y deuda pública a niveles insostenibles; imposición de la política al centro de la vida cotidiana; incapacidad del Estado para contener actos de violencia y delincuencia; etc.